EL RINCÓN MÁS CAUTIVADOR QUE EN MI MAPA MENTAL NO EXISTÍA

La Sierra de Codés,
El rincón más cautivador que en mi mapa mental no existía. 

Si me hubieran hablado hace 8 o 10 años de esta zona, es muy probable que ni siquiera me hubiese detenido a escuchar, o si lo hubiera hecho, quizás me habría parecido que me hablaban sobre algo pintoresco y bonito, de un sitio al que seguramente nunca iba siquiera a acercarme. Porque así somos, conocemos lo que conocemos, lo que hemos escuchado, lo que nos han recomendado y, sobre todo, lo que la mayoría de las personas han visto y nos han contado.

¿Qué sabía yo de España cuando vivía en México? ¡Lo que la mayoría! Mucho de historia, eso sí, pero de sus lugares ahora sé que muy poco: que existen Madrid, Barcelona, Sevilla, Granada… ¡Ah! ¡Claro! Ibiza, porque no se puede tener un poco de glamour si no sabes nada de Ibiza, Menorca o Benidorm. Y ahora también se escucha de Santiago de Compostela, por aquello de que hacer el Camino se ha puesto de moda en los últimos años, claro, sólo en sus últimos cien kilómetros, que la mayoría piensan que son los únicos, por cierto…

De Asturias hemos escuchado por sus picos o por el magnífico actor que un remoto lugar llamado Gijón nos regaló a los mexicanos: don Germán Robles, quien nos acompañó por décadas con su magnífica actuación y su insuperable interpretación en “La Dama de Negro”. Y porque además, tuve la fortuna de conocerlo y tenerlo como maestro cuando estudié actuación.

También he escuchado mucho de los gallegos, de los vascos, de Valencia… y en lo personal, de Alicante, porque alguna parte de mi familia —pero del otro lado, del que no es mi sangre pero sí mi familia— proviene de ahí.

O de los sefardíes y la diáspora, de donde dice un tío mío —ese sí, parte de mi familia consanguínea— que provenimos todos los Sotelo de Jalisco, aunque yo soy de los nacidos ya en el D.F.

Escuché durante años sobre los españoles refugiados en México y conocí de cerca a muchos de ellos, a sus hijos y sus nietos, tres de los cuales, por cierto, hoy son mis hermanos. Pero esa es otra historia.

España ha estado siempre en la vida de cualquier mexicano. Y siempre, debo decir también, en nuestros amores y desamores.

 

Llegué por amor y me quedé también por algo más

Pero el tema aquí es la Sierra de Codés, y es que lo que quiero decir y platicar —ayyy, qué bonita palabra esta de “platicar”, ya hablaremos de ella después también—, lo que quiero decir es que, sobre todo, había algo más que no sabía y que como dije al principio: en mi mapa mental no existía.
La maravilla del mundo rural de Navarra y, en especial, ¡lo increíblemente bonito que es vivir en la Sierra de Codés!

¿Cómo llegué aquí? Esa historia ya está muy contada, todos saben que fue por el amor de mi vida, así que esta vez no iremos por ahí.

Mejor déjenme contarles cómo lo he vivido y lo que he visto, siempre desde mi mirada, un punto de vista tan subjetivo y personal como el que más. ¿De acuerdo?

 

Un lugar al que supe que pertenecía

 La primera vez que toqué este lugar, supe que era mío.

¡O no! Más bien, supe que por alguna extraña razón… ¡yo le pertenecía a este lugar!

Me sentí en casa, aún sin conocer a nadie. Yo me sentía en casa. Tan tranquila, tan en paz, que la sorpresa me duró algunas horas el día que llegué, hasta que comencé a reaccionar.

Después vino la gente. Empecé a conocer a uno, a otro… no diré nombres, porque sé que aquí prefieren la privacidad —o eso creo— y quiero respetarles

Fui saludando a unos y otros, a quienes íbamos encontrando en el pueblo mientras mi esposo me los presentaba. Y me fueron gustando sus miradas, su forma de hablar, su sorpresa al ver la “juventud” de la mujer del mexicano —y no lograba que dijeran “esposa”, aunque ahora, viéndolo así escrito, ya no sé cuál palabra es mejor, ¡ja!—. En fin…

Su amabilidad y su sonrisa me parecían tan generosos con alguien que llegaba de fuera y de quien no tenían idea. Pero hay una hospitalidad aquí, en estos pueblos, difícil de encontrar en otros sitios, de verdad.

 

¿Y esta quién es?

No era tan distinto a México en ese sentido… fue llegar a un lugar en donde te miraban con distancia y prudencia, pero a la vez con agrado y amabilidad.

O al menos eso me hacían sentir. Y lo agradecí.

En los primeros días me invitaron a cenas deliciosas, en casas bonitas y con mucha generosidad. Recibí flores en mi puerta, palabras amables, algún consejo por ahí y varias risas.

Por supuesto, también estaban esas miradas de “¿Y esta quién es?”, mientras alguien más respondía, muy bajito: “la mujer del mexicano”.

Pero aseguro que hasta eso lo hacían con gracia. Me hacían sonreír.

Vale decir que en México, preguntar “¿y esta quién es?” habría sido algo totalmente despectivo y de mala educación.

¡Pero aquí no!

Aquí es solo una forma de hablar.

“¿Y esta quién es?” es lo mismo que allá diríamos “¿Quién es ella?”, con la misma buena y curiosa intención.

 

Las voces que se quedan

 No voy a hablar de cada día ni de cada momento —y miren que los guardo en la memoria como tesoros— porque en estos 8 años ya tengo material para contar una vida.

Pero lo importante es decirles que mi amor por esta tierra y por esta gente cada día no hace más que crecer, aunque muchas veces decida guardarme en casa a trabajar y no salir, aunque aún no sé bien cómo hacer eso a lo que llaman “hacer pueblo”.

Esa educación mexicana de “no meterte donde no te invitan” o “no ir a donde no te llaman” muchas veces me limita.

Y aunque en el sentido estricto de la palabra, mi cuadrilla seamos únicamente mi esposo, mi perro y yo —porque así es esto: no nacimos aquí, llevamos pocos años o por lo que sea— …y aunque muchas veces nos incluyen buenamente en sus actividades, parece que en la cuadrilla hay que nacer o vivir desde siempre, o algo así. Y ya está.

Pero la realidad, al menos la mía, la que yo vivo, la que yo siento, es que ¡vivo en el mejor lugar del mundo para vivir!

 

La llegada del pan y otras señales de cercanía

 Disfruto tanto escuchar cada mañana la llegada del pan, aunque sigo sin acostumbrarme a comprarlo.

Y las voces de cada día, esas que no faltan a ciertas horas de la mañana o de la tarde, las que sabes que escucharás y que te dan un extraño sentido de seguridad, de confianza, de familiaridad.

Soy tan despistada que hoy todavía no sé exactamente cuál calle de mi pueblo es cuál… y ni qué decir de las de otros pueblos a los que también me encanta ir.

Se me olvidan los horarios de la carne, de las verduras o del chatarrero,
pero las voces… esas sí las tengo tan claras.

 

Vecinos que son como hogar, gente que enseña sin querer

La voz de la mamá llamando a su hijo.

Las de las niñas jugando.

La de la vecina de al lado, que es un encanto.

La de la pareja de la siguiente casa, a quienes les tengo tanto cariño, y a quienes todo les pregunto porque parecen saberlo todo, y hacerlo todo siempre bien. Son ese tipo de personas en las que puedes confiar.

Confiar en todos los sentidos.

Porque son como una especie de lugar seguro.

Y uno siempre quiere acercarse a lugares así.

 

Un café, una plaza, un saludo

Me gusta saber que hay alguien con quien puedo hablar, o ir a caminar tranquilamente.

O disfrutar de un buen desayuno.

O que si salgo, podré saludar al que se sienta fuera del bar por las mañanas,
o al que desde dentro observa todo lo que sucede en la Plaza de los Fueros,
o a aquel que, para mí, hace el mejor café y que se ha ido acostumbrando a mis extraños horarios para tomarlo.

Me encanta escucharles y verles a todos por ahí.

 

El vermú y otras formas de pertenecer

El “vermú” de los domingos es el que más me gusta.
O las noches de los viernes, que se han convertido en momentos perfectos para ver a gente querida y que da gusto encontrar.

Quizás ni hablemos con todos, porque están en lo suyo.
Quizás solo los vemos pasar.
Pero para mí, eso es suficiente.

Y quizás no saben el cariño que les tengo, que les tenemos… pero eso también da igual.
Que cada uno sea así, tan auténtico, tan verdadero, tan honesto, tan suyo,
hace que este lugar sea extraordinario.

 

Lo que se da sin pedir

¿Y qué decir de los otros pueblos?

En algunos tengo buenos amigos, y en muchos hay gente con la que disfruto mucho encontrarme, hablar, pasar un rato agradable.

Hay gente interesante por todos lados: artistas, profesores, agricultores, familias adorables.
Están los más jóvenes, que siempre andan buscando qué hacer y cómo mejorar sus pueblos.
Y también los que llevan años luchando por sacar sus tierras adelante… y lo hacen muy bien.

Hay otras dos parejas en particular, en otra de estas poblaciones, a las que les tengo gran cariño y admiración. No solo porque me abrieron las puertas desde el minuto uno y sin haberlo pedido son mis amigos —algo más parecido al estilo que yo conocía en México, por cierto—, sino por lo que recibo en cada plática, en el trabajo compartido, en las reuniones, y por todo lo que he aprendido —y sigo aprendiendo— de estas cuatro personas que tienen vidas y mundos tan interesantes y bonitos para mí.

 

Aquí me siento muy bien

Yo no soy tanto de hablar —aunque, claro, me gusta escribir—.

Quizás tampoco soy la mejor para convivir en un día festivo.
Pero me gusta compartir, me gusta escuchar.
Soy mucho de observar, de estar, de sentir.

Y aquí…

Aquí me siento muy bien.

Aún sin entenderlo todo.

Sin necesidad de estar en todas partes.

Sólo sabiendo que este lugar —que un día no existía en mi mapa mental—
es con mi pequeña cuadrilla, el centro de mi vida.

Aquí es donde ahora pertenezco.

Y aunque nadie lo diga, aunque nadie lo sepa,

yo quiero mucho a esta tierra, a esta sierra.

Y también a su gente, aunque ni se enteren…

 

desde mi mirada,

Paola E.S.

7 comentarios en “EL RINCÓN MÁS CAUTIVADOR QUE EN MI MAPA MENTAL NO EXISTÍA”

  1. Mikel Chasco Hdez de Espronceda

    Muy bonito, ya que dices que eres más de escribir que de hablar, sigue haciéndolo para que lo disfrutemos.

  2. Que fantástica Documentación.
    Desde pequeño en cada estancia en vacaciones,la Sierra de Codes era el referente de la familia, tanto es así que mi prima mayor hizo sus nuncias en el santuario.
    La romería,en su momento a lomos del mulo,y hasta abrazar a la Virgen de la mano de mi difunto PADRE,en ver el milagro de la cura de mi poliomielitis con cuatro años.
    Muchísimas GRACIAS, Todo lo MEJOR y a disfrutar del Entorno con SUMO RESPETO

  3. Me gusta mucho la manera en la que escribes Paola, me provoca una sensación de dulzura y voy disfrutando e imaginando una vida tranquila y muy linda. ¡Gracias por compartir!

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