La parroquia de Santa María remonta su construcción al siglo XII, si bien durante el siglo XVI se efectuó una importante reforma que le otorgó el estilo gótico-renacentista que hoy presenta. De planta de cruz latina con una nave dividida en tres tramos. El tramo rectangular situado a los pies pertenece a la primitiva estructura del siglo XIII. El resto de los tramos, incluido el crucero, son obra del siglo XVI. Se prolonga la nave hasta la cabecera pentagonal. La cubierta se soluciona mediante bóvedas de terceletes con ligaduras, a excepción de la parte medieval en la cubre a través de una bóveda apuntada de medio cañón.
Retablo mayor. Fue realizado a finales del siglo XVI por Diego Jiménez, autor de los retablos de Bargota y el de San Martín de Legaria y quien también colaboró con Juan Bazcardo en Viana. De estilo romanista, se divide en dos cuerpos de tres calles. El inferior se decora mediante columnas de orden compuesto, mientras que el segundo cuerpo se divide a través de machones dobles. Ambos cuerpos están separados entre sí por medio de un frontón recto. Se remata el conjunto con un Calvario. Los motivos de iconografía del retablo se dedican a la vida de la Virgen. Destacan entre ellos, varias imágenes del siglo XVII así como otras referentes a varios santos y apóstoles. De magnífica factura es el sagrario con planta trapezoidal. Se decora mediante diversos relieves en los que se aprecia la influencia de Anchieta. El retablo fue policromado en 1764 por Antonio Osorio.

Retablos del Santo Cristo y de la Virgen del Rosario. El primero de ellos es una pieza rococó de pequeña factura, en el que sobresale un Crucificado del siglo XVI, de rasgos muy expresivos. En el lado del Evangelio y con un espectacular alzado se sitúa el retablo dedicado a la Virgen del Rosario. De estilo manierista, fue realizado por Francisco Jiménez I en 1570. El cuerpo superior es de menor tamaño lo que provoca en el conjunto una sensación de monumental verticalidad. Se estructuran los cuerpos mediante columnas dobles de fuste entorchado. Entre los motivos del retablo aparecen representadas imágenes y relieves de la Virgen y de los Evangelistas.

Sobre un montículo camino a Viana, se encuentra la ermita de San Juan del Ramo, antigua iglesia de Aldea de Soto, en la que el Príncipe Carlos de Viana fundó un monasterio de franciscanos en el siglo XV. El edificio gótico se conserva en ruinas, se mantienen en pie parte de sus muros y uno de sus arcos.

 Fue titular de esta iglesia la talla gótica de San Juan, atribuida al escultor borgoñón Janin de Lome, que desde el siglo XVII se venera en Viana al trasladarse los frailes franciscanos a esta ciudad.

En pleno corazón de nuestra localidad, descubrirás la fascinante Nevera de la Vera Cruz, una joya arquitectónica que se ha transformado en una de las neveras mejor conservadas de toda Navarra.
Las neveras de Navarra, erigidas entre los siglos XVII y XIX, fueron testigos de la ingeniosa fabricación artesanal de hielo. Esta técnica consistía en acumular nieve invernal para utilizarla estratégicamente durante los meses más cálidos del verano. Entre estas construcciones, destaca de manera extraordinaria la Nevera de la Vera Cruz en Aras, ubicada en el centro del casco urbano. Sus muros impecables y una cúpula circular de exquisita factura la convierten en una obra maestra.

Características distintivas de muchas neveras navarras, como la de Aras, incluyen su construcción a contraterreno para facilitar el acceso cuando no están llenas, junto con la presencia de escaleras que están elaboradas en piedra.
La manufactura del hielo en aquella época era una labor ardua. Los pozos, generalmente de dimensiones considerables con diámetros de entre 4 y 6 metros y profundidades de 8 a 9 metros, se llenaban con capas sucesivas de hielo separadas por paja para facilitar el posterior corte. Las bajas temperaturas y la difícil tarea de dividir los bloques de hielo constituían un trabajo exigente. Además, el transporte se realizaba durante la noche para evitar que se derritiera.
Aunque hoy asociamos el hielo principalmente con la gastronomía, en ese entonces su uso estaba más vinculado a la medicina. Muchas neveras eran gestionadas por cofradías, ya que su propósito principal era el cuidado de los enfermos, considerándose un bien esencial. En este contexto, se utilizaba como remedio para bajar la fiebre, entre otros usos medicinales. Su uso como producto superfluo o de lujo se reservaba únicamente para momentos de excedentes.
Sumérgete en la historia de nuestra región a través de la fascinante historia de la Nevera de la Vera Cruz.