¿Y por qué llegué aquí? Crónica de un destino manifiestamente “Esproncedano” 

¿Y por qué llegué aquí? Crónica de un destino manifiestamente “Esproncedano” 

(Resumen del primer capítulo de un libro en desarrollo) 

Relato con tintes alegóricos que mezcla hechos, mitos e imaginación 

Alfonso bajó las escaleras con la prisa de siempre, pero esa mañana algo era distinto. Llevaba más de treinta años habitando la misma casa en San Ángel, pero ese día no era uno más. Finalmente había tomado una decisión que lo acompañaba desde niño: viajar a España. No por turismo, ni por nostalgia simple. Lo haría para buscar las raíces de una historia que le había sido contada a medias, entre murmullos de tías mayores en una casona de Querétaro. Una historia en la que su bisabuelo Martín era un héroe trágico, llegado de ultramar con el peso de una guerra a cuestas. 

Desde muy pequeño, Alfonso había idealizado ese relato como si fuera una epopeya. A los seis años, huérfano de padre, imaginaba aquel viaje desde España como un cruce mítico, tan lejano como venir de la Luna. En el nombre de Martín y en las palabras de sus tías, encontró algo parecido a un ancla. Su infancia se aferró a esa figura como quien se aferra a un mapa incompleto. 

Pero la vida siguió su curso. Alfonso trabajó sin descanso, fundó una familia, sostuvo a su madre viuda, tuvo ocho hijos, y sobre todo, sobrevivió. Heredó el carácter nervioso de su madre y una visión amarga del mundo que solía resumir en una frase: “Más valía no haber nacido”. El sueño de viajar persistía, pero el miedo a volar —y una renuencia aprendida a gastar en uno mismo— lo mantuvieron estático durante décadas. 

Hasta que una mañana de 1978, a los 61 años, supo que ya no podía postergar más. Se lo dijo a Conchita, su esposa, con la misma urgencia de quien siente que puede morir al día siguiente. Conchita, mujer luminosa, práctica y entusiasta, fue clave. Ella había cruzado el Atlántico años antes, y esta vez no dudó: organizaría el viaje. Porque sabía que Alfonso no lo haría sin ella. Él tampoco lo negaba. No sabía calentar un vaso de leche. Menos aún planear un viaje trasatlántico. 

México, en ese entonces, vivía un aparente orden que ocultaba profundas desigualdades. Las calles bullían de vida y contradicciones. Alfonso, parte de una clase media alta que vivía cómoda pero no blindada, sentía que su país estaba estancado, atrapado entre viejas estructuras que no daban lugar a las preguntas profundas. En su interior, él también estaba atrapado. Pero aquel viaje, presentido desde la infancia, comenzaba a tomar forma real. 

España lo esperaba al otro lado del océano, en plena Transición Democrática. Era otro país fracturado: salía de una larga dictadura, con una democracia naciente y muchas heridas sin cerrar. Ni Alfonso ni España eran lo que habían sido. Ambos estaban tratando de entenderse. 

Al llegar a Madrid, una empleada de turismo mencionó por fin lo que Alfonso necesitaba oír: “Espronceda… sí, parece estar en Navarra”. Solo entonces el sueño adquirió coordenadas. Desde Logroño tomaron un autobús hacia el norte. Un conductor, Jacinto, sorprendido por su historia, exclamó: “¡Joder, que ahora mismo te llevo a tu casa!” Y lo hizo. 

Espronceda resultó ser un pueblo de piedra y campo, de olor a tierra, animales y tiempo detenido. Una mujer llamada Ester los recibió con un abrazo y lágrimas: “El tío Onofre hablaba de ustedes… qué felicidad le hubiese dado conoceros”. La casa familiar, de grandes muros y un escudo grabado en piedra, guardaba aún el retrato de Martín. Ahí estaba el hombre del que tanto había oído hablar: uniforme militar, bigote espeso, mirada dura. Alfonso sintió algo profundo, como si Martín lo estuviera observando. No con ternura, sino con un dejo de juicio. 

Días después, aparecieron cartas. Escritas por Martín en México, hablaban de batallas, exilios y miedos. En una, se leía: “Nuestras decisiones nos persiguen como sombras que nunca abandonan la luz”. Alfonso comprendió que aquella historia tenía más silencios que certezas. Algo había pasado en Espronceda antes de que Martín partiera, algo que nadie se atrevía a contar del todo. Tal vez una huida. Tal vez una culpa. 

Pero ese día, al mirar el retrato y tocar el muro de piedra, Alfonso supo que había llegado al origen. No buscaba tierras ni herencias. Buscaba entenderse. Y al fin, había empezado a hacerlo. 

¿CONTINUARÁ?

Martin Joseph Ruiz de Cabañas Chavarri
(1780-18?)

Benjamín Ruiz Cabañas Izquierdo

12 comentarios en “¿Y por qué llegué aquí? Crónica de un destino manifiestamente “Esproncedano” ”

  1. Magnífica crónica. Como amigo que vivió con ustedes parte de esta historia como testigo el texto me hizo hacer un viaje al pasado

  2. Lucía Ruiz Cabañas

    Muy buena narración Benjamin, te felicito y aunque cada uno de nosotros vivió la experiencia del “reencuentro” con nuestro ancestro Martín y nuestra historia familiar de manera diferente, resumes muy bien esos acontecimientos que nos permitieron conocer a gente muy linda y a la que nos sentimos unidos a pesar de la distancia.

  3. Héctor González zertuche

    Es lo que nos conecta desde hace mucho tiempo y se manifiesta ahora saber de nuestros orígenes es una pasión un llamado desde adentro para poder conocer nuestros orígenes
    SALUDOS espero verte pronto

  4. Me ha gustado mucho. La historia, el estilo…
    Dejas al lector con muchas ganas de saber cómo continúa la historia.
    Preguntas si continuará? Yo no tengo ninguna duda de que ha de continuar. Estoy deseando de leerla. Te lo digo de corazón.
    Repito: me ha gustado mucho.

    1. Preciosa historia Benjamín del encuentro con las raíces Navarras.
      Espronceda, el pueblo de mi difunto Padre Amadeo y el lugar de todas las vacaciones de niño.
      Hoy también encontré yo un refugio en donde, aún no haber pertenecido a mí familia me llena de Alegría y los despertares del gallo me recuerdan en donde estoy y doy Gracias por Ello.
      Espero la continuación de tu Bella Historia.
      Milesker Biotza

    2. BENJAMIN RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO

      Mil gracias chica!! habrá seguro, una continuación, pero si consigo vencer a la pereza…. que junto con la gula son los pecados mas sabrosos…. jijijiji

  5. ROSA MARTHA LÓPEZ RUIZ CABAÑAS

    Entro a la historia que narras y me siento feliz de poder saber de la historia de nuestros antepasados.
    Gracias

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